"Luzca el sol o esté negro el cielo, siempre seguiremos adelante, jamás dormiremos"André Bretón

"No hay dios, ni rey" El Inca Guamán Poma

“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.” Fabián Polosecki

Nunca me tomes demasiado en serio

sábado, 25 de agosto de 2012


Relato 5

EL ENIGMA

  Hable con él. Desde su lugar él me dice que no tiene nada más para decir. Se le acabaron las ideas. Hace ocho años que vive recluido en una humilde vivienda con techo de chapa. ¿Cómo puede ser que el escritor más destacado de los 80, “el heredero de Borges” como lo llamaban, termine recluido en una pocilga así? Hay un misterio por resolver. Algo, quizás el periodista frustrado que vive en mí, me hacen seguir está historia, llegar al final del asunto. Pero este enigma empieza mucho tiempo atrás. Para ser exactos el 19 de enero del 91. Ese día Álvaro conoce, a quien dos años después se convertirá en su esposa: Ana Constanti. Ya es bien conocido el desenlace de esta historia: el asesinato de Ana, la supuesta culpabilidad de Álvaro, la prisión, su absolución dos años después. Mientras conversamos reconozco en la cicatriz que lleva en su cara, la dureza de esos años de cárcel. Me responde con calma como si supiera todo lo que voy a preguntarle, como si me hubiera estado esperando hace mucho tiempo. Sus ojos otrora centellantes ahora grises cansinos. Este hombre no es ni la sombra de aquel que pudo ser el mejor escritor argentino de todos los tiempos. Parece no importarle su fracaso, hace veinte minutos que sólo habla de Ana, se centra más que nada en detalles menores. Su sonrisa, su cabello, como cambiaban de color sus ojos según el día, “sus labios le quitaban el sabor a otros labios”, “me destruía el pensar que su boca provocaba” “si la literatura era mi esposa ella fue mi amante, ¿y qué te puede enamorar más que una buena amante?” me dice entre otras cosas. Podría gastar la extensión de este relato contando con detalle lo que Álvaro me trasmite de su relación con Ana pero no creo que a lo que hace esta crónica tenga valor su vida personal. He venido buscando al escritor. Él prosigue su perorata de manera arbitraria, mientras bebe más y más vino tinto en caja, parece no tolerar el vaso vacio. Me invita pero me niego. Al parecer Álvaro “el gran escritor” ha caído víctima del vicio. Un don desperdiciado, una vida desperdiciada. Ahora su discurso se ha centrado en el asesino de Ana. Me esgrime sus teorías más disparatadas que van desde una orden masónica hasta un líder político de singular importancia. Comienzo a pensar que fue un error venir hasta acá, viajar 200 kilómetros y no obtener respuestas. Quizás lo más sensato sea irme ahora, antes que la borrachera cale más hondo en esta sombra de escritor, en este fracasado que no puede tenerse en pie. Pero justo ahí, cuando me dispongo a marcharme, es que Álvaro me hace la confidencia más intrigante de nuestro encuentro: “sé como atrapar al asesino de Ana” me dice. Es ahí que me ilusiono, que pienso que quizás algo del viejo Álvaro todavía viva en él. Escucho con atención, con la misma atención que leía sus cuentos. A continuación, trascribo su revelación para que no se pierdan de nada. Para que descubran igual que yo, que Álvaro nunca había dejado ser el “gran escritor” sino que todo fue una farsa:

“Meses antes del asesinato de Ana, comencé a recibir cartas de un admirador de mi obra. En las cartas me reprochaba, el decaimiento de la calidad literaria de mis escritos  y la menor frecuencia de publicación de los mismos. Hacía responsable a Ana de la variación en mi forma de escribir. Todavía recuerdo una de sus frases: “un gran escritor no debe tener distracciones”. Para este señor mi amor por Ana era una distracción. En ese momento asumí que era sólo un fanático un poco loco y no le di mayor importancia. Fue recién en la cárcel donde recordé las cartas, y donde ideé un plan para poder volver a verlo. Si de algo estaba seguro es que él esperaba que vuelva a escribir. Cuando salí de la cárcel muchas editoriales me ofrecieron escribir un nuevo libro, pero yo me negué. Sabía que en algún lugar, el estaba esperando de vuelta mis escritos. Por eso me aleje de la ciudad, por eso me aislé en esta isla esperando el día que él viniera por mí. Ahora que ese día a llegado me siento extrañamente satisfecho”

  El entrevistador sonríe, deja su cuaderno sobre la mesa y  apaga el grabador. Álvaro empuña el cuchillo,  hace diez años que espera este momento, piensa en Ana en su mirada, su sonrisa, sus besos. El cuchillo se clava en el estomago del entrevistador, la sangre brota de su cuerpo de manera incontenible pero algo en su mirada trasmite paz.  Ha encontrado lo que ha venido a buscar.  



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